El megaesófago -una dilatación patológica del esófago- se traduce en que los músculos de este conducto que conecta la boca con el estómago no funcionan como deben, no empujan la comida o el agua hacia el estómago.
Puede ser congénito o adquirido, parcial o total y hay un buen número de razas que son más propensas a sufrir esta dolencia: Labrador y Golden Retriever, Pastor Alemán, Setter Irlandés, Gran Danés, Shar Pei…
Los síntomas incluyen:
- La regurgitación de comida, agua o mucosas.
- Pérdida de apetito o la negativa a comer.
- Pérdida repentina de peso.
- Dificultad para tragar.
- Mal aliento.
- Neumonía por aspiración.
Por eso es peligroso, porque el perro, en esencia, no puede comer ni beber con normalidad. Y porque puede aspirar alimento o líquido desde el esófago hacia los pulmones.
Es importante acudir al veterinario ante cualquier sospecha de que tu perro pueda estar desarrollando megaesófago.
Aunque en algunos casos hay solución quirúrgica, no es lo más común. El megaesófago sí es cada vez más manejable a través del uso de lo que se conoce como Silla Bailey, una silla en la que enseñas a tu perro a colocarse para que pueda comer casi como si estuviera de pie.
Los perros comen así para que la gravedad ayude a la comida a bajar hacia el estómago.
Las tomas de comida y agua se reparten varias veces a lo largo del día y el perro debe quedarse un buen rato después de comer en la silla, unos 20 minutos, para que todos los alimentos lleguen al estómago.
Lo importante, explican los veterinarios, es que el peso del perro se mantenga en un nivel razonable y evitar la neumonía por aspiración. Si ambas cuestiones se monitorizan adecuadamente, un perro con megaesófago vivirá su vida con normalidad.
En EEUU hay empresas que venden Sillas Bailey a medida pero en la web también podéis encontrar algunos tutoriales para fabricarlas (aquí hay otro)
Aquí nos muestran cómo acostumbran a un perro a comer ahí, en su Silla Bailey.
Fuente artículo: www.srperro.com